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lunes, 28 de noviembre de 2011

De circos y soles

Tras mi reciente visista a ver el último espectáculo de El Circo del Sol, Zarkana, llegue a la conclusión de que tengo ciertos prejuicios contra esta compañía. En realidad ya era consciente de ello, y al ir al Madrid Arena intenté despojarme de ellos (suele ser complicado) y disfrutar de la función partiendo de una tabula rasa.


Después de salir del recinto llegué a varias conclusiones, aunque algunas de ellas son más preguntas al aire que ideas realmente claras. La primera es que hay cosas del Circo del Sol que no me gustan, como el anonimato al que somete a los artistas que allí actúan, sus altos -altísimos- precios, su visión del circo como un negocio por encima de todo y la idea de circo que transmite a los espectadores, asuntos que voy a desarrollar más adelante. Por contra, hay cosas que sí me gustan de esta multinacional: rescató en parte, a mi modo de ver, un circo estancado en un modelo que olía a añejo y parecía destinado al público infantil, enfocando sus espectáculos para un adulto. Otra cosa que destaco es la profesionalidad del conjunto de la compañía. Cada función es una maquinaria perfecta, un gran montaje perfectamente organizado, con un equipo técnico y artístico dificil de igualar. También me gusta su apuesta por las carpas (en la mayoría de sus espectáculos, de hecho Zarkana recibe malas críticas por elegir al Madrid Arena como alojamiento), creo que dan una magia especial a un circo. El nivel de las actuaciones es, en general, alto o muy alto, y se nota que realizan un cuidadoso casting entre los artitas y compañias más de actualidad.

Gracias a la conversación con Silver, un malabarista que trabajó con ellos en Zaia, me deshice de un prejuicio que tenía: el Circo del Sol no ignora a sus artistas. Les ofrece un buen contrato laboral, les da estabilidad y prestigio, seguro médico, instalaciones para entrenar y les acoge con una cercanía que sorprende para una multinacional de su tamaño.

Por desgracia no transmiten ese espíritu al espectador. Condenan a sus artistas a un anonimato que al público general no parece importar. Lo que sí transmiten es un manifiesto modelo de negocio. A base de tener en movimiento casi una veintena de espectáculos, más los fijos en Las Vegas o Macao, y un nombre que les permite un 90% de entradas vendidas, consiguen unos ingresos millonarios. Es por este prestigio y fama que se permiten entradas a precios desorbitados, como el modelo de Starbucks: si es caro es que es bueno, y hala, a llenar.

Presentan buenos números de circo bajo el mismo disfraz, sabedores de que funciona. Trajes y músicas similares, cantantes con letras en idiomas inventadios, hilos argumentales indescifrables y un leve aroma a circo clásico, con entradas de payaso incluidas. Hay que reconocer que bajo estas premisas han vuelto a poner en boga de nuevo al circo, presentándolo como un espectáuclo adulto, caro y elitista, imprescindible. Muy bien, pero ¿crea esto afición al circo?


Da la casualidad que en Madrid hay un circo estable que, aunque consigue buenas taquillas, no crea, ni de lejos, la expectación de la compañia canadiense. Y eso que apuesta por grandes compañías y artistas, a precios populares. También tenemos la suerte en la capital de ser un lugar fijo de gira de las principales compañías circenses, ya sean carpas clásicas como espectáculos teatralizados. Pese a ello, muchas de las veces que comento que me gusta el circo, hay gente que responde: "huy, a mí me encanta el Circo del Sol, he ido ya a 4 espectáculos". Si a continuación yo explico que existen otros circos, de alta calidad y a precios menores (sí, me pongo un poco tremendo a veces), la respuesta suele ser un indiferente "¿ah, sí?"; o, en el mejor de los casos, un "bueno, no me vas a comparar".

En el imaginario colectivo el circo sigue siendo una carpa cutre, con actuaciones rancias, animales famélicos y grandes peluches vivientes de Disney con música hortera de fondo, siempre destinado al público infantil. Buena culpa de todo esto la tiene el cierto inmovilismo que se respira en los circos clásicos, pero los tiempos han cambiado y bajo el nombre de Circo caben muchas posibilidades.


Yendo a las representaciones del Circo del Sol se ve una mayoría de público adulto, sin niños, bien vestida, etc. Por desgracia, no veo a estos espectadores yendo a ver el Gran Circo Mundial, a los 7 Dedos de la Mano, a Circus Ronaldo o al Cirque Eloize. Es como si fuera una especie de coleccionismo de espectáculos del Circo del Sol, como si eso le diera a uno cierto caché o importancia. Por eso creo que aunque han ayudado a que esté algo más presente en nuestras vidas, no crea afición al circo, y es una verdadera lástima. Puede parecer que esta compañía es lo único válido dentro del mal llamado "Nuevo Circo", y que por supuesto no se compara, ni de lejos, con los circos clásicos.

Desde estas líneas yo trato de transmitir qué es lo que me gusta del Circo, y espero que eso anime a la gente a abrirse y acercarse a ver todo tipo de espectáculos, ya sean circenses (mi debilidad) o no. Siempre que he ido a una representación circense me llevo alguna sorpresa agradable, ¿no es fantástico?. Estamos viviendo un resurgimiento del circo, y eso hay que aprovecharlo.

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