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lunes, 11 de junio de 2012

Inocencia malabar

A veces pienso que me gustaría volver al principio. Volver a los primeros espectáculos, antes de haber cogido un malabar. Hablo como espectador, como público, esa persona ajena que acude de pascuas a ramos a ver un circo o una gala.

Me considero más aficionado al circo que malabarista. Son ya unos cuantos años viendo funciones, y la percepción se deforma y tecnifica. Comienzas a fijarte en otros detalles, como la dificultad técnica de un truco, la fluidez y seguridad con que se ejecuta, la puesta en escena, la sincronía con la música, etc.

Todo esto también lo aporta el entrenar malabares y ver a otros practicar una y otra vez otras disciplinas circenses. Se aprende mucho viendo, hablando con unos y con otros, yendo a encuentros, sentado en butacas, mirando vídeos. Aprendes a ver las horas de trabajo que hay detrás, a valorar el esfuerzo que conlleva sacar algo tan limpio, o la decepción tras el fallo. Ver un espectáculo e implicarte con el artista, desear que le salga bien, que te sorprenda, que al resto del público, el "profano", le guste. Querer que el que actúa arriesgue, que te muestre algo nuevo, o que te muestre lo clásico pero con su toque. De cada espectáculo se saca algo de provecho.

Yo quiero volver atrás, aunque sólo sea temporalmente. Pese a que alguna vez se me escape una sonrisa cuando oigo aplausos entusiastas ante un truco sencillo pero vistoso; o cuando veo algo que me hace dar un salto del asiento y casi nadie aplaude. En verdad es envidia. Me gustaría poder volver a disfrutar tanto como la primera vez que vi dos diábolos bailando a la vez en una cuerda, o cuando vi un passing entre dos personas subidos en monociclos jirafa, o cuando vi cinco bolas en el aire a la vez; esos momentos los tengo grabados en la mente. Es envidia al ver a un niño retorcerse el cuello mirando a un artista callejero, por los ooohhs que yo ya no exclamaré ante ciertas rutinas, por la gente que elucubra sobre cómo funciona la bola de contact cuando se desliza por las manos. 




Todo eso ya ha pasado, como tantas cosas. Aunque disfruto de la nueva etapa apreciando otros pequeños detalles. Disfruto intentando difundir un poco el circo y que sean otros ojos inocentes los que se abran como platos como les pasó a los míos hace tiempo. Disfruto viendo bocas abiertas y aplausos rendidos. Y sobre todo, disfruto como un enano (nunca mejor dicho) cada vez que veo algo que vuelve a aflorar esa inocencia y me deja de nuevo ojiplático. Menos mal que el circo se planteó desde un principio aquello del más dificil todavía, que si no todo esto habría caído en el olvido hace tiempo.

Exigente público viendo Payasos sin Fronteras

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