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miércoles, 3 de septiembre de 2014

Concertino, la risa como motor

Cualquiera que haya ido a una EJC (European Juggling Convention) reconocería inmediatamente la risa de Concertino. Es una carcajada sonora, alta, aguda, larga y rotunda, procedente de la oronda y colorida figura de este barbudo alemán.



Concertino es una suerte de versión hippie de Santa Claus. Como si el traje rojo lo hubiera cambiado por un mono hecho de retales multicolor, adornado con sombreros de tela anchos, con aún más colores. La sonrisa y la carcajada, su carcajada, también son parte de su atuendo. Su pequeño acordeón, llamado concertina, tiene más de cien años y siempre viaja con él. Le permite cantar canciones que invitan a unirse y acabar sonriendo tanto como él.

Él apenas hace malabares, pero se las apaña para estar en todas partes de la convención. Mira con ojos bien abiertos cualquier espectáculo, para después romper a aplaudir y reír con entusiasmo. Habla con todo el mundo, escucha con atención y da talleres de risoterapia. También se le puede ver bailando a altas horas de la madrugada o tumbado en su hamaca a la sombra de un árbol.



Pero Concertino no ha sido siempre Concertino. Hubo un tiempo en que era un estresado alemán de mediana edad diseñador informático. Tenía problemas de salud debidos al estrés, y llegó a ponerse muy enfermo, recomendándole los médicos que rebajara el nivel de estrés. Ése fue el momento clave, decidió que así no podía seguir. Comenzó a tocar la concertina y aprendió a hacer malabares. Pensó en las cosas que le gustaba hacer.


Sucedió que en esa transición acabó en la EJC de Karlsruhe, en el año 2000. Maravillado por la explosión de color, creatividad y cultura del compartir, decidió que eso es lo que quería hacer. Además descubrió que había gente que vivía de eso y pensó que no tenía nada que perder al intentarlo. Hizo un petate, cogió una hamaca y se marchó a recorrer mundo. Sus amigos pensaron que al poco tiempo volvería a la "vida normal", pero aún sigue en la carretera.



Ahora se dedica a recorrer Europa con lo puesto. Un gran petate, su concertina, una hamaca y su risa. No pide dinero, no tiene móvil y aún manda cartas. Paga los viajes y las comidas con canciones, historias, risas y echando una mano en lo que pueda. No hay objetivo en su viaje, va improvisando. Llegará un momento en que se canse de viajar y se asentará, aunque no se sabe con qué modo de vida.

Por el momento sigue sin fallar a su cita anual con las EJC, y van 14 seguidas. En ellos seguirá contagiando con su risa y su forma positiva de ver la vida, a vivir el momento.


"Follow your heart and live your dreams" es su lema (sigue tu corazón y vive tus sueños)

Os dejo con el reportaje que le hizo la televisión finlandesa en 2010: "Concertino on the Road" 
Sólo hay audio en inglés, con subtítulos en finés, muy útil.

                       
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"Cuando das algo a alguien, haces feliz a esa persona, y tú te sientes feliz porque has hecho feliz a alguien. Son dos personas felices. Si sólo te dedicas a ti mismo, sólo habrá una persona feliz"

3 comentarios:

  1. ¡Gracias por el artículo, Rafa!

    ¡Yo he escuchado si carcajada en persona y la verdad es que hasta impone! Por alguna razón, siempre he intentado imaginarme a este hombre en americana y afeitado con una cerveza mientras lo hace. Me gusta jugar a pensar en esas posibilidades reales raras :P Bueno, ¡voy con mi comentario!

    Admiro lo que este hombre representa para la comunidad circense. Sin embargo, no me convence la idea de la felicidad auto-impuesta ni de la risa como medio de auto-sugestión (que por cierto, casa bien con los mantras neo-liberales, pero eso es otro tema) para lograr la 'profecía autocumplida' de la felicidad (me digo que soy feliz, luego soy feliz).
    Más bien prefiero que lo que más conviene a nuestra mente es ser honestos a nuestros sentimientos y naturaleza. Tratar de ser feliz sin recurrir al hedonismo ni a la hipocresía. El amor a todo es amor a nada. La felicidad es la realización de nuestros más altos compromisos con nosotros mismos; sentir que caminamos en la dirección correcta para llegar a donde nos gustaría estar y, sobre todo, disfrutar de ese camino sin llegar nunca.

    Por estas razones, estas vidas nómadas y sin muchos compromisos son tan válidas como cualquier otra, pero no más. Al argumento pobre de 'él desconecto con su vida estresante y se liberó' respondo que también he conocido a bastantes artistas que después de años haciendo calle y semáforos lo que quieren es un hogar fijo y la tranquilidad de un trabajo que garantice estabilidad y calidad de vida para ellos y sus hijos. Y más, que bohemios y artistas existieron toda la vida y siempre han compuesto un porcentaje bastante estable de la realidad. Ellos dicen siempre soñar con un mundo en que todos fueran como ellos, pero apuesto que, llegado el caso, ese mundo los asustaría incluso. Ellos son necesarios para hacernos reír y cuestionar convenciones sociales, pero con artistas, no hay puentes, ni sistemas de desagüe ni operaciones de fémur. Y la oficina que es aburrida para uno es cómoda y más natural que viajar medio millón de kilómetros en quince años para otro. No tengamos la osadía de creer nuestro estilo de vida superior al de otros. Volvemos a la eterna discusión, que concluyo de una manera pragmática: la sociedad es hemostática, ¡no deseemos que todos sean como nosotros!.

    ¡Saludos y que viva 'Malabares en su tinta'!
    D.

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  2. Me gusta esta entrada. Interesante también el comentario. Saludos.

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  3. Daniel, yo creo que él no pretende dogmatizar ni que todos vivamos como él.

    Simplemente, él explica que ahora es mucho más feliz que antes, no que esté por encima de los demás. Sus charlas van más enfocadas a ese "follow your dreams" y al "look on the bright side of life" (a lo Monty Python en la cruz). Pasamos muchas horas del día preocupados o estresados, sin darnos cuenta. Y llega la noche y los adultos, muchos días, no nos hemos reído en una buena carcajada en ningún momento, y si uno lo piensa, eso es muy triste.

    En fin, que hay que intentar ser más felices, que esto pasa pronto. Acordarnos de reír de vez en cuando y ver que las cosas a las que damos tanta importancia no suelen tenerla.

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