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martes, 11 de abril de 2017

Mecanismos, frenesí y circo

Machine de Cirque pasó por el Teatro Circo Price del 6 al 9 de abril. Es de agradecer que este espacio apostara por la brillante compañía canadiense formada en 2013 por iniciativa de Vicent Dubé, ex-artista de circo.

Dubé reunió a cuatro jóvenes alumnos egresados de la Escuela Nacional de Circo de Montreal y se sumergieron en un proceso creativo que, a juzgar por algunos vídeos, debió ser muy divertido. Es lo que sucede cuando se junta mucho talento y creatividad. Así, Maxim Laurin y Ugo Dario ya formaban pareja como Baskultoo, mientras que Raphäel Dubé y Yohann Trépanier trabajaban como Les Beaux Frères. Todos traían consigo un bajage muy exitoso, habiendo trabajado en compañías como Les 7 Doigts de la Main o Cirque du Soleil, en programas de televisión y habiendo recibido premios en festivales como Cirque de Demain.  La guinda la puso Frédéric Lebrasseur, músico québécois que sirvió de aglutinante ideal para esta creación.




Sobre el escenario, sobre un complejo andamiaje se nos presentan los cinco protagonistas, al parecer supervivientes de un apocalipsis. En un inicio lento, percibimos como Lebrasseur, más temperamental, intenta estimular a sus compañeros a movilizar diferentes estructuras a ritmo de percusión. La idea es intentar comunicarse con otros seres humanos. Manteniendo esa lentitud, Laurin realiza un sobrio número de trapecio mientras sus compañeros le suben y bajan mediante poleas. Pronto se sucede una escena en la que Trépanier demuestra su buen hacer en bicicleta acrobática. Casi sin darnos cuenta, el ritmo ha ido subiendo, hasta hacerse casi frenético en una soberbia rutina de mazas entre Trépanier y Dubé en la que colaboran los cinco.



Comienza entonces una mitad del espectáculo más lúdica, donde el juego y los gags son constantes. Empezando por una brillante rutina de seducción de Dario a una espectadora, donde los demás artistas nos van presentando los distintos escenarios con sus cuerpos (un restaurante, una butaca de cine, una moto, etc). Después vino la exhibición monociclista de Dubé, llegando a montarse en un altísimo monociclo jirafa mientras los demás hacían de unas divertidas azafatas. La máquina se sigue transformando y llega, entre idas y venidas, el número de las toallas, ejecutado entre los cuatro con el mismo buen resultado que en televisión. Da gusto ver cómo ideas tan "tontas" pueden resultar tan eficaces en escena.



Esto nos preparaba para el gran colofón, la rutina de báscula a ritmo de ukelele. Soberbios vuelos de Dario y Laurin, intercalando bromas y juegos con los otros compañeros, poniendo el cierre a un espectáculos de esos que uno no quiere que se acaben. De esos donde se disfruta viendo disfrutar a los artistas, viéndoles sonreir sin parar y envidiando por completo su situación y profesión. Larga vida a estas obras tan completas, divertidas y espectaculares.

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