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domingo, 21 de agosto de 2011

Nach München (rumbo a Múnich). Cap. I

Con gran expectación aguardaba la llegada de mis vacaciones, no por estar cansado si no porque, de forma inesperada, me encontré con que podía acudir a la EJC (Encuentro Europeo de Malabaristas, y van 34) que se celebraba en Múnich del 6 al 14 de agosto y encima podría ir con amigos del CMU Chaminade. El día 5 de agosto me planté en el (enorme) aeropuerto de la capital bávara y tras unos amenos 50 minutos dando vueltas a las once de la noche me encontré con mis rescatadores: Jorge, Iván y Mario que me permitirían alojarme en su lujosa furgoneta con la que habían venido haciendo espectáculos callejeros desde Zaragoza (historia que contaré otro día).

Pese a lo enorme de un evento en el que se esperaban más de 5000 personas y ser en un parque como el Olympia Park, sede de los Juegos de Múnich '72, la señalización era más bien escasa y tuvimos que dormir, junto con otros malabaristas, fuera del recinto por no encontrar la entrada. Luego supimos que la legislación alemana impide poner carteles alegremente por las calles. Durante todo el encuentro pudimos comprobar la pasión germana por las normas y su incapacidad para flexibilizarlas (algo malo tendrían que tener). Tras un recibimiento lluvioso, el sábado dió una tregua y amaneció despejado, era el día para inscribirse, dar una vuelta por las instalaciones y buscar el mejor sitio para las tiendas y la furgoneta. Comenzaba la aventura.


Las instalaciones eran realmente impresionantes, siendo un gran punto a favor para la sufrida organización. El Olympia Park es un bonito parque muy cerca del centro de Múnich con sitio de sobra para celebrar una EJC y además un Sommerfest sin problemas. En él habían dispuesto varias zonas de acampada, zonas para caravanas, dos zonas para monociclistas, un supermercado con precios populares (extraordinaria idea), duchas y baños portátiles aceptablemente limpios y una enorme explanada que apodaron como EJC Village y constaba de: una carpa para la celebración de los Open Stages, una carpa bar, una carpa Renegade y otra para espectáculos diversos, una zona de puestos de comida con descuento para malabaristas, zona para malabares de fuego, zona chill-out y tres pistas de volley-maza, casi nada. Para rematar este despliegue quedaban el Werner-von-Linde Halle, un pista cubierta con suelo de tartán ideal para los talleres de acrobacias y la joya de la corona: el Olympiahalle. Se trata un enorme estadio olímpico donde se celebraban la mayoría de talleres, en cuya pista estaba la zona de entrenamientos 24 horas, zona de internet, punto de información, galería de tiendas; básicamente el núcleo de todo el encuentro, aunque situado a 15 minutos andando de la EJC Village.

Mención aparte merece la preocupación de los organizadores y voluntarios por informar siempre con una sonrisa en la cara y por su utilización de las nuevas tecnologías. Dispusieron de varias pantallas tanto en el Olympiahalle como en la Villa donde informaban de los talleres y actividades del día siguiente; además de establecer dos puntos de Wifi gratuita para los asistentes y emitir muchas galas en streaming a través de la página jugglinglife.com. Como detalle a agradecer, montaron un sistema de carga de dispositivos electrónicos, sin los que ya no sabemos vivir. Lo del supermercado y las duchas con agua caliente (según la hora), fueron otros pequeños elementos que hacen grande un encuentro.

Carpa Open Stage y de fondo la carpa-bar y los puestos de comida.

Las estimaciones hablaban de batir el récord de asistentes a una EJC (en vigor por Karlsruhe 2008, también en Alemania, 6600 participantes), pero la cifra se quedó en "sólo" unos 5000 malabaristas, aproximadamente. Con semejantes instalaciones no se aglomeraba la gente en prácticamente ningún momento, salvo en ciertos talleres muy populares o en la entrada de los primeros Open Stage, donde casi te obligaban a hacer cola desde una hora antes de la apertura de puertas para evitar no quedarte fuera. Y es que la carpa de los Open Stage estaba muy bien acondicionada pero sólo permitía la entrada a unas 2000 personas (algo apretadas), lo que provocó suficientes quejas como para que los organizadores se plantearan ofrecer Open Stages paralelos para los que se quedaron fuera. Fuera de estas pequeños descontentos, la respuesta de los asistentes fue tan positiva como acostumbra en estos eventos: muy buen ambiente, ganas de conocer gente, interés por participar en las actividades y ayudar a los voluntarios. Hay que recordar que pese a las dimensiones del encuentro, nadie gana dinero con ello, todo son voluntarios y se realiza por malabaristas para malabaristas, con el único afán de promocionar este particular arte.

Imagen de Benjamin Redmon

Puestos ya en situación de lo que era la EJC, os invito a ver la siguiente entrada sobre lo que tuvo lugar en este gran encuentro. No sin antes ofreceros a dar una vuelta en monociclo por la EJC Village.

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