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miércoles, 29 de enero de 2014

Artes escénicas, ¿sanadoras? Por Davel Puente y Rafa Peñalver

Una capa de misticismo ha convivido siempre con el aspecto más comercial del oficio de realizar espectáculos. Los payasos sagrados eran considerados por los nativos americanos como personajes importantes para el funcionamiento de la tribu, al mismo nivel que el chamán. Para los indígenas americanos, como los Hopis, los Oglala o los Lakota, el camino del payaso sagrado también era un camino espiritual que sanaba el alma del grupo. En Europa los falsos magos fueron tomados por verdaderos hasta que los desenmascaró Robert Houdin a finales del siglo XIX y en Estados Unidos, en la misma época, los Medicine Shows mezclaban números de variedades con un charlatán que vendía elixires curativos al público.

Curanderos. Fuente

En la actualidad no se espera de un espectáculo que sea curativo. La medicina occidental se ocupa de manera oficial de la salud de las personas y las artes escénicas forman parte, exclusivamente, del sector de la cultura y el entretenimiento. Sin embargo, las terapias alternativas se han nutrido del poder energético de las actuaciones en directo. Tanto para el público como para los artistas, es fácil encontrar actividades de risoterapia, teatro curativo, danza tántrica, esencia en escena o flamenco sanador entre otros.

El pasado mes de Octubre en el Teatro Circo Price de Madrid volvió a presentarse el Cabaret Místico de Alejandro Jodorowsky. Un espectáculo que se pone como objetivo ayudar a los espectadores a encontrar su propia “verdad auténtica para llegar a una Consciencia plena.” En este Cabaret Místico personas del público suben a escena a compartir los problemas que les impiden llegar a la felicidad, y guiados por Jodorowsky, el público realiza actos sanadores.

Eckhart Tolle. Fuente
Eckhart Tolle, autor del éxito de ventas El Poder del Ahora, presenta la consciencia plena y la unión con el momento presente como el método para alcanzar la iluminación y abandonar el sufrimiento. Llevar a cabo un espectáculo requiere focalizar tu energía en tu presencia, es decir, en tu capacidad de vivir el momento presente para llevar al público contigo. Un público que observa ayuda a entrar en el trance de olvidar todo lo demás, apagar la mente y concentrarse por completo en el momento presente. Muchos artistas han vivido o experimentado fuertes cambios físicos y anímicos después de una actuación, y una gran parte del público también.

¿Es posible explicar de una manera racional las experiencias, en apariencia mágicas, que muchas personas parecen haber vivido a raíz de ver un espectáculo en directo? 

Desde un punto de vista biológico, subirse a un escenario supone una situación de estrés, similar a la presentada ante una situación de peligro. Es en esos momentos cuando el cerebro activa, de forma inconsciente, el Sistema Nervioso Autónomo (SNA). El SNA es la parte involuntaria del Sistema Nervioso Periférico, todo aquél que se encuentra fuera del cráneo y la médula espinal, una red de nervios que van desde dicha médula a todos nuestros órganos. El SNA es el encargado de controlar funciones como el ritmo del corazón, la dilatación de los vasos sanguíneos, el tamaño de la pupila, los movimientos de las vísceras (como el intestino) y la secreción de sustancias por parte de las glándulas (como puede ser el páncreas o las glándulas del sudor). Es involuntario y la mente sólo puede influir parcialmente sobre el mismo. El SNA se divide en dos partes casi contrarias: el Sistema Nervioso Simpático (SNS) y el Parasimpático (SNP). Mientras que éste último es el encargado de regular las funciones relacionadas con el reposo y la digestión, el SNS es el que se activa en situaciones de estrés.

Sistema Nervioso Periférico


En estas situaciones de peligro, el SNS produce adrenalina, encargada de preparar al cuerpo para la acción: aumenta los latidos del corazón y el flujo de sangre a los músculos y el cerebro, mejora la respiración y permite que haya más azúcar en sangre disponible para gastar. Dilata nuestras pupilas para ver mejor y aumenta la temperatura corporal. También tiene efectos que nos pueden resultar poco útiles en escena, como que se deja de producir saliva y se seca la boca, o aumenta la sudoración y se empapa la ropa y las manos. Además produce ese nerviosismo y temblor que tan poco ayudan sobre el escenario.

Se ha demostrado que el estrés agudo mejora el sistema inmunitario de forma temporal, y además, tras la situación de peligro (igual que después de hacer ejercicio, con la risa o tras una relación sexual) se producen endorfinas, hormonas con efectos muy similares a los de la morfina, produciendo bienestar y disminuyendo el dolor.

Todos estos mecanismos pueden explicar esa sensación placentera del escenario, esa mejoría del humor y la reducción de las dolencias y males, aunque sea de forma temporal. Además, como animal social que somos, disfrutamos de realizar actividades en conjunto con un objetivo común, como puede ser un buen espectáculo. Cuando uno “se mete al público en el bolsillo”, lo hace partícipe de las emociones propias y éste también producirá esas endorfinas tan beneficiosas, y tan necesarias. También hablar de los problemas de uno con los demás (bien guiado, como en el ejemplo de Jodorowsky o por un psicólogo) hace que uno pueda analizarlos desde otro punto de vista y, seguramente, permitirle dar el paso a afrontarlos mejor.

Todos estos factores unidos pueden ser el motivo de estas “sanaciones milagrosas”, aunque la magia del escenario difícilmente podrá reducirse sólo a procesos químicos y biológicos, siempre habrá ese “algo más” que lo hace tan especial.

Pista de circo vacía. Fuente

Artículo escrito por Davel Puente y Rafa Peñalver para el número 39 de la revista Zirkólika

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