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viernes, 30 de septiembre de 2016

Siete años, que no son nada

Parece mentira, tal día como hoy, siete años como siete soles. Que siete años no es nada, que se ve en la mirada, y aún no ha dado tiempo a cansarse. Todo lo contrario, siete años vitales, de transición fluida y suave, de crecimiento personal, artístico, profesional. Siete años con altibajos, no podría ser menos, incluso con atardeceres que merecen ser olvidados, pues repasados los siete pecados, hay días que uno toca todos.


Pero no es momento de pensar en los siete círculos (¿o eran nueve?), ya sabéis que soy más de quedarme con lo bueno, con las fuerzas renovadas, con los proyectos ilusionantes que se vienen de tantos frentes. También en esta casa, claro, que uno echa la vista atrás y se motiva y estimula, pues he vuelto a pensar, por séptima vez, que ha sido un año muy bueno. Que hay siete magníficos también por aquí, siete verdades en forma de entradas más visitadas, o siete samuráis, como queráis:


¿Proyectos? Los de siempre, tirar siete pelotas sin resoplar, admirar las siete mazas y su aparatosidad, volver a escribir un mes siete entradas, flipar alguna noche con los siete enanitos, seguir metido en siete mil cosas, dejarme la espalda hecha un siete a base de acrecentar la bata y por supuesto, seguir disfrutando de la conviviencia en estas siete habitaciones (contando la entrada) de este sexto piso.

Que esto no se acaba y aún no se dicen las Siete Palabras, que queda tinta en los calamares y nos seguiremos leyendo, incluso viendo, en los bares.

Habrá que despedirse como está mandado, con el truco de bolas que permite un abrazo entre medias:

7770000


¡Salud y circo!


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