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miércoles, 19 de abril de 2017

Matías o la unión ante lo absurdo

 El arte callejero no es delito. Bajo ese lema lleva tiempo agrupándose un colectivo y heterogéneo que reclama la posibilidad de realizar expresiones artísticas en la calle -como actuaciones de circo- sin miedo a ser arrestado o multado. Estos días ha cobrado nueva fuerza después de un trágico suceso: la muerte de un malabarista callejero en Brasil.


Matías Galíndez era un artista callejero nacido en Uruguay hace 29 años. El pasado 8 de abril fue asesinado en Ji-Paraná, una ciudad brasileña cerca a la frontera con Bolivia. Diez disparos recibió en una gasolinera tras una discusión con Thiago Fernandes, un joven de 18 años que se fugó tras los hechos y que no se entregó hasta varios días después. El motivo de la discusión aún no está claro, unos dicen que la pelea comenzó por asegurar Fernandes, en contra de la opinión de Matías, que el arte callejero no era arte. Fernandes declaró que disparó en defensa propia tras discutir con Matías al pedirle este último una cerveza de malos modos. Queda pendiente, pues, la investigación policial y resolución judicial, ya que Fernandes se enfrenta a cargos de homicidio y posesión de armas.

La verdad es que debatir sobre el motivo que generó este hecho es estéril. Ninguna forma de violencia es justificable, y menos cuando se lleva por delante la vida de una persona. Por suerte el agresor ya está en manos de la justicia y queda por ver la pena que conlleva su execrable acción.

Vía "Dibujitos"

 Lo que se pretende destacar en este artículo es todo lo que ha supuesto este absurdo asesinato. Una ola de solidaridad se ha despertado alrededor de Matías. Primero con una movilización muy destacable a través de redes sociales informando sobre el hecho, así como llamando a la población a ayudar a identificar al asesino hasta que se entregó. Después con el surgimiento de muchas y variadas acciones para recaudar fondos para ayudar a la familia de Matías en la repatriación del cuerpo a su casa. Incluso en lugares tan distantes como las Islas Baleares se han organizado cabarets benéficos por esta causa. Sorprende que un colectivo tan difuso como los artistas callejeros hayan tenido esta capacidad de reacción, que ha movilizado rápidamente a toda la comunidad circense y a cientos de personas.




Sin duda el arte callejero no es delito. Por desgracia a veces este tipo de hechos a veces son los que sirven de resorte para despertar conciencias y unir al grupo. Esperemos que esta bella corriente sea ya imparable y no necesite de lamentables hechos para seguir cogiendo impulso y materializar sus peticiones.


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2 comentarios:

  1. Gracias doc por la nota. Desde luego este es uno de los lugares donde tiene que vivir por siempre está historia.

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  2. Gracias a ti, Rafa, por comentar. Desde luego es un hecho horrible pero no debe ser olvidado.

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