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lunes, 14 de febrero de 2022

“Circa tiene un lenguaje propio, genuino. Ahí radica su éxito”. Entrevista Fran Álvarez, por Irene M. Tutor

Fran Álvarez. Foto de Marta García Cardellach

Fran Álvarez Jara
(Madrid), acróbata de la compañía australiana Circa, acaba de poner el broche de oro a una estancia de cinco meses en Berlín, en el emblemático Chameleon Theater, donde la compañía ha desarrollado una residencia artística que ha dado lugar a cuatro espectáculos que, desde el primer momento, tenían el éxito asegurado.

Ahora toca recuperar fuerzas y coger impulso para un año que viene cargado de proyectos. Fran nos atiende por teléfono y comparte cómo ha vivido este formato de compañía en residencia donde el work in progress ha definido estos meses de ritmo frenético.

Nos cuenta que ha podido disfrutar de los primeros días del año junto a su familia en Madrid, donde dio sus primeros pasos en el circo. Recuerda como los tediosos trayectos desde su casa hasta la parada del autobús le llevaron a contemplar el monociclo como una alternativa práctica para desplazarse, ahí le entró el gusanillo por el circo, sin sospechar que estaba dando el pistoletazo de salida a una pasión que se ha convertido en un modo de vida.


¿Cuándo sentiste la llamada del circo y decidiste dedicarte a ello?

Empecé practicando malabares de forma autodidacta o asistiendo a algunos cursos intensivos. Descubrí que me gustaba y cuando terminé el instituto ingresé en la escuela de circo Carampa. Aún no tenía muy claro de qué iba el circo cuando empecé, veía los trucos que hacían otros artistas y tenía ganas de probar, pero desconocía el mundo que hay detrás.


Y, ¿en qué momento fue cuando lo descubriste?

Fue al entrar en Carampa cuando lo descubrí, si sabes aprovechar la oportunidad, este tipo de escuelas ponen a tu disposición muchísimos recursos y facilidades.

Después apliqué para varias escuelas superiores en la especialidad de portes acrobáticos y, aunque nos seleccionaron en varias, nos decantamos por la ESAC (Ecole Supérieure des Arts du Cirque) con la idea de continuar nuestra formación. Tenía claro que quería seguir formándome y aunque recuerdo Carampa como dos de los mejores años de mi vida, al ser una escuela preparatoria, sus recursos son limitados.

Tras un año de formación decidimos apartarlo y tras unos meses de parón, tanteando opciones, retomé los entrenamientos y enseguida empecé a trabajar.


En ciertos círculos se plantea la controversia entre la formación en una escuela superior de circo y la experimental o autodidacta, en tu caso ¿crees que esta dicotomía es real?


Creo al cien por cien que puedes ser un gran artista sin haber pasado por una escuela superior de circo, pero es cierto que esta experiencia ofrece una serie de facilidades que es difícil tener por tu cuenta en cuanto a recursos, facilidades económicas y contacto directo con grandes profesionales y formadores. Pero insisto en que no es vinculante.

Lo que sí que creo que es fundamental, es tener un plan de formación bien estructurado, independientemente de si lo redactas tú o con apoyo externo. Es un aspecto fundamental.

Por otro lado, es cierto que la escuela ofrece muchas materias complementarias en las que puede que no encuentres interés y que en cierto modo puedan suponer una pérdida de tiempo en función de tu perfil artístico.

En mi caso, es cierto que la ESAC supuso un gran aprendizaje pero, a día de hoy, no estaría haciendo lo que hago si no fuese por mi paso por Carampa. Me ayudó a meterme en el ritmo de exigencia y abrir los ojos, ser consciente y entrenar de forma autónoma. Esto te permite tomar decisiones con más criterio.

Instantánea del espectáculo Humans. Foto de archivo


Has trabajado en distintos proyectos en Francia, ¿notas la diferencias en la visión que se tiene del circo entre países europeos?

Sí y no. No existe una gran diferencia de enfoque en lo que supone el circo en cuanto a aspectos artísticos, formativos o técnicos se refiere. El hecho de que existan organismos como la FEDEC (Federación Europea de Escuelas de Circo Profesional) hace que haya bastante comunicación entre escuelas. Sin embargo, comparando con España, en otros países europeos hay muchas más facilidades y más presupuesto.


Y si hablamos de crear un proyecto de circo, ¿influye el país en el que te establezcas?

Claro, ahí sin duda. Montar una compañía en Francia es mucho más sencillo y tienen mecanismos de apoyo laboral a los artistas que en España no existen o no son tan accesibles. También, el hecho de que en cada ciudad exista un proyecto de circo, que en cada región dispongan de un centro de entrenamiento profesional, que haya más ayudas a la creación hace que establecerse sea más fácil.


Y retomando el tema de tu trayectoria, ¿cómo terminas formando parte del elenco de Circa? ¿Es producto del esfuerzo o influye el saber aprovechar el momento?


Es una mezcla de todo. Estaba contento trabajando en Francia, haciendo cosas que me gustaban. Antes del Covid, vi que Circa estaba buscando portores, revisé sus trabajos y técnicamente me parecieron accesibles, así que les mandé un video. Pasó algún tiempo y pensé que había perdido la oportunidad hasta que un día recibí una llamada de Yaron Lifschitz, el director artístico, y me dijo “¿cómo te vendría venirte a Australia el mes que viene?”. Finalmente, por el Covid no se pudo dar, pero en cuanto retomaron actividad y empezaron a tener fechas en Europa, me sumaron al elenco.

Fran en un mano a mano durante un ensayo. Foto de archivo



¿Encuentras diferencia en la forma de trabajar y la metodología que aplica una compañía como Circa?

Totalmente. Para empezar, creo que el circo en Australia se enseña y se ve de otra forma. Aquí, en Europa, desde mi punto de vista, hay una fuerte influencia francesa, sea más o menos contemporáneo, es de donde beben el resto de países y formaciones. En cambio, tal y cómo se plantea en Australia es totalmente distinto, ya que se trata de un circo más joven y menos influenciado por otras zonas que ha sabido encontrar su propia manera de hacer las cosas.

En el caso de la metodología Circa, influye enormemente la labor de Yaron Lifschitz, el director artístico. Él es quien nos dirige a nivel creativo y quien concibe los shows, aunque a la hora de crear y desarrollar tenemos bastante libertad dentro de las pautas que nos da.

La forma de crear y la forma de plantear los espectáculos buscan la naturalidad, por ejemplo, no le gusta que bailemos o que sobreactuemos, quiere que sea un lenguaje acrobático, sin pretensiones de nada. El acto tiene que hablar por sí solo. Quiere algo auténtico, genuino. No busca que pretendas que estás haciendo algo, quiere que lo hagas.


Ahí es donde radica el éxito de Circa, con puestas en escena arriesgadas donde cobra peso la parte conceptual.

Sí, exactamente. Aunque nos exigen que el nivel técnico sea alto y quieren que constantemente estemos mejorando, diría que es igual de importante o más la forma en la que lo hacemos. Que no haya una preparación previa, que todo sea fluido…

Creo que por eso Circa es una de las compañías de circo más potentes que hay en el panorama actual, porque juegan con el factor sorpresa con trucos inesperados en un momento dado o con un ritmo distinto al que se suele ver.

Esto se aprecia al actuar frente al público, Circa hace shows para la gente y ves cómo el público responde. Creo que la compañía tiene un lenguaje propio, y en general todos los shows son muy bien acogidos, tanto por el público general como por el público profesional, ya que hay una carga performativa bastante grande sin dejar de lado el nivel técnico.


El elenco de Circa durante la residencia en el Chämaleon. Foto de Yaron Lifschitz


Es poco habitual encontrar el formato de ‘compañía en residencia’, ha sido una estancia de cinco meses en la que habéis estrenado cuatro espectáculos, actuando seis días por semana. ¿Cómo has vivido este tiempo?

Pues, si te cuento que en lo que va de año hemos estrenado otros tres espectáculos más…

Ha sido un proceso interesante e intenso a la vez. Mientras estábamos haciendo siete funciones a la semana de un espectáculo, teníamos que preparar el siguiente. El hecho de que los lenguajes sean parecidos ayuda, pero al final la cabeza se vuelve un poco loca cambiando tanto de escenas y energías, aunque al final te acostumbras.

Eso sí, ha sido bastante enriquecedor y el público lo ha agradecido mucho. El teatro llevaba cerrado casi dos años y ha sido una buena forma de reabrir a lo grande, dando a la gente la posibilidad de ver cuatro shows distintos en tan poco tiempo.


Imagino que para seguir ese ritmo necesitarás tener muchos recursos como artista y ser capaz de trabajar bajo presión.

Si, creo que en parte el triunfo de la compañía radica en ese aspecto, todos somos bastante polivalentes y tenemos mucha adaptabilidad y recursos. Hay personas que duran poco tiempo porque, simplemente, ese ritmo no va con ellos. Hay que saber qué es lo que te van a exigir y si dispones de las herramientas para trabajar a ese nivel.


Por tanto, ¿no importan sólo la calidad técnica o las aptitudes físicas?

Exacto. Diría que incluso es más importante tener esa capacidad de adaptación y trabajo en equipo. Para que te hagas una idea, intentamos no cancelar shows nunca, a veces, ha tocado rehacer el show en el directo porque alguien se ha hecho daño o incluso minutos antes de empezar.


¿Cómo es posible ir improvisando a medida que actuáis con tantas escenas grupales?

A medida que hemos ido entrenando y actuando juntos hemos desarrollado mucho material común y mucha escucha de grupo, además todos conocemos los lenguajes y energías de las escenas, por lo que sabemos qué puede cuadrar y qué no. Otra ventaja es que hay algunas partes del show en las que, aunque contamos con pautas claras, no están cerradas del todo.


A nivel personal, ¿cómo lo has vivido?

Físicamente mejor de lo que me esperaba. Aunque han sido muchas funciones en poco tiempo, he podido mantener un buen ritmo. El hecho de que seamos muchas personas en escena también ayuda, ya que, aunque tengas que estar mucho tiempo presente, se reparte la carga de trabajo bastante bien.
 

Fran Álvarez (abajo, derecha), Sam Letch (abajo, izquierda) y Nancy Guitiérrez (arriba) durante una actuación. Foto de archivo

 

Y, ¿cómo se presenta este nuevo año?

Actuamos este mes en Lyon con la Ópera Nacional y después iniciamos una gira de dos meses por Estados Unidos y Canadá con Humans 2.0 y Sacre. Al terminar este periodo tendremos un descanso y, después, retomaremos la gira por Europa.

De momento tenemos suerte que no ha habido muchas cancelaciones por la COVID, esperemos que siga así.


Para terminar, ¿qué le pedirías a este 2022?

Lo de siempre, evitar las lesiones, tener un poco más de tiempo libre y disfrutar de tiempo con la familia. He tenido la suerte de que mis padres han podido venir a visitarme en un par de ocasiones, pero cuando no estemos en Europa será algo más complicado.


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