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sábado, 29 de septiembre de 2018

9 años. El año más loco.

De la forma más tonta ya llevamos 9 años leyéndonos. 9 años de aprender de circo, de iniciarme como profesional, de crecer como persona. Muchos cambios, como los viejos seguidores ya se habrán ido dando cuenta, y esta casa es testigo de ese deambular por el camino. El sendero que no sabemos a dónde va, por el que vamos fijando pequeñas metas a la vista -algunas sólo se intuyen en la lejanía-, y del que no sabemos la orografía ni las encrucijadas.

A veces esos destinos prefijados resultan no ser realistas, o bien inalcanzables por surgir bifurcaciones inesperadas. Otras veces es el propio sentido de la marcha el que descarta esos lugares y fija otros nuevos en el horizonte. Ahora bien, en ocasiones hay grandes cuestas que, pese a ser esperadas, no por ello dejan de ser duras. El año pasado ya comenté algunos de esos cambios, todos para bien, incluido el de aprender a andar con las manos, y dejé entrever el gran cambio, la gran pendiente. De esa que te enamoras a primera vista y cuyos primeros y llorones meses son lo más cansado que has hecho en la vida. Esa en la que convergen tu camino y el de tu pareja para poder empujar juntos ese carro que aparece de golpe y llena de peluches la casa. Esa del que a veces te surgen sentimientos muy diversos, pero cuya sonrisa es la más contagiosa que has visto.

Por suerte llevo la bata un poco abierta y me permite caminar con algo de holgura. Eso sí, como en toda ruta, en la mochila hay que llevar lo prioritario, porque con mucho peso no se avanza. Por lo que hay que ir soltando cosas, como en este caso ha sido, ya lo habréis notado, escribir con cierta regularidad. También otros proyectos circenses y vitales que han tenido que esperar o menguarse. No tengo queja, estoy en el camino que quiero estar, acompañado de quien quiero y con el apoyo de mucha gente querida.

A corto plazo vienen curvas. Primero el gran proyecto de circo en el que nos metimos un grupo de entusiastas, unir a iberoamérica bajo el Price. Casi sin tiempo para reponerse, un examen que puede permitirme trabajar con tranquilidad el resto de mis días. Y un poco más allá una nueva ciudad, pequeña, fría y algo aislada, sin fecha aún de llegada pero que atisbamos con mucha ilusión, pues es perfecta para esta senda de convergencia.

El blog seguirá, cuando me tome esos descansos en el camino, a veces tan necesarios. O bien cuando el mismo se allane y ensanche un poco. Mientras tanto, seguiremos disfrutando del paisaje y la compañía.




¡Salud y mucho circo!

Dedicado a Nicolás, el del gran remolino en la frente, y a Alicia, la mejor compañera de viaje. Gracias