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domingo, 25 de mayo de 2014

Mirar a los malabares con ojos coreográficos. Entrevista a Sean Gandini

Sean Gandini aparece por una puerta trasera del Teatro Circo Price con su inconfundible pelo rizado. Tras un rápido saludo nos dirigimos a la misma pista central, donde están los miembros de la compañía ensayando. Faltan 3 horas para el último pase de la gira de Smashed por Madrid. Sean introduce al invitado, se descalza y se acomoda en una de las butacas. Habla rápido, en español con un extraño y suave acento, imposible de situar, introduciendo palabras de otros idiomas cuando se atasca. La sonrisa es casi permanente y desprende gran tranquilidad, pese a que su cabeza está en constante ebullición.

Sean, durante el espectáculo Smashed. Foto tomada de aquí


Nacido en Génova, a los 4 años se muda a La Habana, donde se cría en el seno de una familia comunista. De padre italiano, científico, y madre irlandesa, locutora de radio, crece en un ambiente liberal con tertulias políticas, conciertos, espectáculos, etc. A los 20 años emigra a Londres para dedicarse a la magia o la pintura, pero por el camino se cruzaron los malabares. Fascinado desde niño por la magia y las matemáticas, parece encontrar en el malabarismo el nexo común a sus obsesiones. Es en Londres donde conocerá a Kati y, junto a otros dos compañeros, fundan en 1992 una compañía de refencia mundial en los malabares: Gandini Juggling. La obsesión por el siteswap, la danza y desarrollar el nuevo lenguaje que empieza a hablar el malabarismo; ésos son sus grandes pilares, y los representan en bellos espectáculos de malabares grupales.



LOS INICIOS.
¿Cómo te encuentras con los malabares?
Yo recuerdo hacer malabares desde pequeño. A los 16-17 años vi a un malabarista en Covent Garden que hacía 5 pelotas y dije: “eso es increíble”. Al poco vi en la televisión a Sergey Ignatov que hacía su número de Montecarlo y me pareció magia. A partir de ahí me obsesioné un poco.

¿Siempre tuviste claro que te querías dedicar al espectáculo?
Sí, desde los 4 años más o menos [ríe]. Hago lo que pensé hacer cuando era pequeño, es una suerte.

¿Cómo era Covent Garden en tus inicios?
A finales de los 80 y principios de los 90 allí había muchas cosas interesantes de calle. Se aprendía mucho. Había cosas muy buenas y algunas muy malas, quizá ahora es más comercial, pero sigue siendo un gran sitio para aprender. Es una escuela dura.

¿Qué es lo que te pareció tan fascinante de los malabares?
Quizá por mi afición a las matemáticas. Al principio lo veía como una forma de poner figuras matemáticas en el espacio, en las tres dimensiones. Pero según conozco los malabares me doy cuenta que éstos tienen mucho potencial y que hay cosas que aún no se han explorado todavía. Me parece un lenguaje muy joven. Tenemos mucha suerte de estar en un campo que sea tan inexplorado artísticamente.

Allí aparece en tu vida Kati [Kati Ylä-Hokkala, artista y bailarina finlandesa que sería una de las fundadoras de Gandini Juggling]. ¿Qué supone para ti conocerla?
Yo ya tenía cierto interés en el baile, pero ella me abrió la puerta a la danza. Empecé a ir a cursos de danza contemporánea y ella fue mi “inyección de movimiento”. Así, los primeros 10 años de la compañía fueron un trabajo sobre el malabarismo mezclado desde el baile, o aplicar a los malabares los conceptos de baile. Más tarde nos hemos empezado a interesar por el teatro; como en Smashed, que la parte teatral es mucho mayor.
Sin embargo, ahora mismo estamos a punto de sacar una pieza de malabares mezclados con baile (4x4), y es como regresar a nuestro origen, buscando estructuras en el espacio.


¿Cómo ves la progresión del malabarismo en estos últimos 20 años?
A mí me gusta mucho todo lo que está pasando. A veces no quiero mirar demasiado por no influenciarme involuntariamente, estamos muy centrados en nuestras creaciones, siempre hemos sido un poco independientes.
Lo bueno es que ahora hay muchas cosas que hace 20 años eran impensables. Técnicamente el nivel ha subido una barbaridad. Es una gran época para el malabarismo, aunque quizá veo a mucha gente haciendo las mismas cosas. Me gusta la escuela escandinava, y a la vez me da pena que gente de otros países quiera ser como ellos. Pero en todas las artes hay modas, y es comprensible.
Estoy intrigado en ver cómo progresan con la edad esa gente tan joven, si son capaces de abrir más su malabarismo.

¿Qué haces cuando no piensas en malabares?
Ahora mismo me gusta mucho el ballet, quiero hacer cursos para aprender más. También toco el piano cuando tengo tiempo. Para mí no hay separación entre ocio y trabajo. Claro que también nos tomamos vacaciones y nos vamos a la playa, como todos.

Sean y Kati durante el espectáculo Smashed. Foto Chaumanet, tomada de esta página.

LA COMPAÑÍA
¿Cuándo decidís formar la compañía Gandini Juggling?
Al poco de conocernos porque en seguida nos gustó trabajar juntos y pensamos que sería muy interesante explorar este mundo del movimiento y malabares. Había un tercer chico que se llamaba Mike Day, que es una de las personas que descubrió los Siteswaps, aunque se retiró pronto del mundo del espectáculo. Después vinieron Owen e Iñaki Sastre.

Os habéis mantenido como una compañía de malabaristas, algo poco habitual. ¿Qué aportáis vosotros al malabarismo?
Mirar a los malabares con ojos coreográficos. Creo que se mira poco desde este punto de vista, pensando en las tres dimensiones, en el espacio y las coreografías. Se pueden hacer composiciones con los malabares. Considero que es una de las cosas que nos diferencian y hemos abierto esa puerta.
También creemos que los malabares son un idioma neutro y que se puede usar para expresar cualquier cosa. Es como una escritura, uno puede hacer lo que quiera con ese lenguaje.

Al principio disteis un giro más comercial.
Nuestro primer trabajo fue bastante dificil para el gran público. Después decidimos hacer trabajo más comercial, que nos permitía vivir de esto. En aquella época apenas había subvenciones para compañías de este tipo. Nosotros ahora hemos tenido mucha suerte, porque hemos recibido una subvención del gobierno francés. Nos ha permitido vivir más desahogadamente para crear nuevos espectáculos.

¿Cómo véis el paso de estos 20 años de Gandini?, de pequeña compañía con 4 malabaristas a tener una plantilla de más de 20 y con varios espectáculos girando a la vez
La cosa más dificil es el empleo del tiempo y tener una estructura para que se coordine todo bien. Creativamente es una época fantástica para nosotros, porque podemos jugar con nuestras ideas y tener tiempo para trabajarlas.

¿Cómo compagináis toda esa creación con tantas horas de escenario?
Es una locura. En los últimos 3-4 años hemos hecho como 6 espectáculos distintos, de una hora de duración. Además de algunas obras pequeñas. A veces uno está cansado, pero estamos encantados con lo que hacemos.

En el espectáculo Smashed, con las manzanas rompéis el tabú de la caída del malabar al suelo.
El fallo es una parte muy grande del malabarismo, lo curioso es que se hace como si no existiera. Es como la muerte, estamos seguros de que vamos a morir, pero vivimos sin pensarlo, como si no fuera verdad. En malabares las cosas se caen siempre, tarde o temprano. Para mí ha sido una obsesión desde nuestro primer espectáculo: cómo integrar la caída en el show, cómo convertirla en algo interesante. 

¿Te gusta seguir actuando?
Sí, yo espero no parar.

¿Qué te aporta el escenario?
Es un lugar muy especial. La magia de la escena, siempre es una aventura. Tengo esa adicción a esa sensación, no sé que haría sin ella. No me veo fuera del escenario, aunque en 4 times 4 es el primer espectáculo en el que yo no estoy dentro, lo dirijo desde fuera. Me hizo darme cuenta que uno también recibe muchas cosas sin tener que estar dentro de la escena.

¿Dónde ves el futuro de la compañía?
Creo que estamos sólo empezando. Tenemos uun millón de proyectos en mente. Si tenemos suerte con la salud me gustaría seguir explorando, porque hay muchas cosas que probar.


¿Qué es el malabarismo?
Para mí tiene que ver con lanzar cosas, soy bastante clásico. Es un cuerpo, el del malabarista, en relación a los objetos en el aire. Es una batalla con la gravedad.

La compañia durante el espectáculo Smashed. Foto: Gandini Juggling.

Para saber más:

viernes, 23 de mayo de 2014

X Encuentro de Monociclistas de Montaña, por Javi


 Vuelven las colaboraciones a Malabares en su Tinta. Esta vez es Javi "Truquelos" el que nos hace un recorrido por un encuentro de monociclistas, un tema muy poco tratado por estas páginas. Invitados estáis a adentraros en el mundo de la rueda única y a disfrutar del monte, todo en un mismo fin de semana. ¡Gracias Javi!

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El pasado puente de mayo, por décimo año consecutivo, tuvo lugar en Madrid el Encuentrode Monociclos en la Montaña, más conocido como EMM. En dicho encuentro podemos encontrar todo tipo de disciplinas, niveles y, sobre todo, muy buen ambiente.



Por primera vez en la historia del encuentro, el primer día se celebró lejos de la sierra madrileña. El lugar de reunión fue el conocido parque de ‘La Bombilla’, junto a Príncipe Pío, lugar donde se fraguaron y curtieron los primeros monociclistas de Madrid hace más de diez años. Allí pudimos disfrutar de juegos, carreras de relevos, y probar un tándem de dos monociclos, tan complicado como divertido.


El segundo día amanecimos en Los Molinos, un pueblecito de la sierra donde se lleva celebrando el encuentro desde su tercera edición, y empezamos a ‘calentar’ para el descenso. Una vez tuvimos nuestros monociclos de 24 y 26 pulgadas preparados, subimos en coche hasta Navacerrada, donde nos esperaba una ruta llamada ‘Los 14 troncos’. Pudimos disfrutar/sufrir multitud de raíces, pinos traicioneros, piedras sueltas, pendientes inclinadas y otros peligros en general. Tras acabar la ruta en Cercedilla, cansados, pero satisfechos, volvimos al campamento base donde estuvimos montando en un circuito de trial con palets lo que quedaba de tarde.



El tercer día fue, sin duda alguna, el más intenso de todos los que pasamos allí. Por la mañana nos trasladamos hasta Torrelodones, donde estuvimos haciendo trial natural, subiéndonos a las piedras cual cabra montesa o rana de charca (cada uno en su estilo). Después de un suculento picnic, fuimos a otra zona con un circuito de BMX, al que ya habíamos ido el año pasado, pero en ésta ocasión, y para sorpresa de los primeros en utilizarlo, las carreras se aderezaron con lanzamientos de globos de agua que dificultaba el avance de los que participaban en ellas. Una vez acabamos las carreras, y algo más frescos para contrarrestar el calor que nos hizo durante todo el encuentro, subimos hasta la Berzosa, para dar comienzo a la ruta cronometrada. Se trata de un descenso corto, de aproximadamente unos cinco minutos, en el que se busca bajar a la máxima velocidad que las piedras (y las piernas) te permitan. Al ser corto, y muy divertido, casi todos repetimos dos o tres veces. De vuelta a Los Molinos, tras la cena, nos esperaba una sorpresa: una pequeña gala, presentada por un pequeño presentador, en la que tuvimos que representar momentos memorables de la presente y anteriores ediciones, disfrazados como enanos… y realmente, nos lo pasamos como tal.



El domingo, nos dividieron en tres grupos y comenzamos una gymkhana con todo tipo de pruebas: dibujar con agua en el suelo montando en monociclo, hacer trial agarrados de la mano, o intentar subir a todos los miembros del grupo en el menor número de monociclos posible. Antes de acabar, pudimos dar uso a un par de roll sprints, unos rodillos para poder hacer carreras en estático y terminar con las pocas fuerzas que nos quedaban.



Una vez más, el encuentro ha sido toda una experiencia, con momentos irrepetibles y que, además de agujetas, nos deja muchas ganas de disfrutar de la próxima edición. Para todo el que esté interesado, aquí puede encontrar información sobre el PrimerEncuentro Monociclista de Galiza, próxima cita donde nos volveremos a ver las caras a principios de Junio.