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jueves, 25 de abril de 2019

Una rave con malabares

Esto es un homenaje a las cosas que no sirven para nada, un homenaje a los homenajes a las cosas que no sirven para nada, un homenaje que no sirve para nada, un homenaje a los objetos que se fabrican y no sirven para nada. 
Bienvenidos a este espectáculo que no sirve para nada. 

Así comienza All the fun, de la compañía belga EaEo (compuesta por Jordaan y Sander De Cuyper, Eric Longuequel, Bram Dobbelaere y Neta Oren), y no se equivocan, o sí. Con un breve discurso nos introducen en un pequeño gran viaje, una visita a un escenario circular donde se concentra la diversión y el existencialismo. Un camino que se inicia con una maza en equilibrio sobre la frente de Jordaan, un equilibrio inestable que marca la dirección del que lo mantiene. Una exhibición de habilidad que se completa mientras sostiene un micrófono sobre su abdomen para que otro compañero pueda explicarnos sus teorías aparentemente absurdas y cómicas.



Le sigue un dueto, el de Eric y Neta, una coreografía de portés poco ortodoxos y lanzamientos imposibles, que acaban con unos trucos que bailan entre lo ridículo y lo asombroso y que consiguen repetir diez veces cada uno. De ahí pasamos a uno de los momentos álgidos, la composición marca de la casa de esta compañía. Jordaan, Bram y Sander elevan la energía al máximo para mostrar una sucesión de secuencias de lanzamientos de mazas entre los tres, de formas inimaginables y a ritmo trepidante. Por momentos uno se siente hasta abrumado por tanto estímulo visual en tan poco espacio.



Continúa con una serie de juegos y competiciones absurdas entre los artistas; con los malabares como medio de diversión, el medio con el que ellos se divierten, nos divierten. Para pasar al gran final entre los cinco, que acaban sudando como cerdos; una rave party en cuatro capítulos que ellos definen así:
  • El capítulo 1 será una danza de la lluvia que no traerá lluvia.
  • El capítulo 2 será un trance artificial a 170 latidos por minuto y 1000 confetis
  • El capítulo 3 sucederá en una ciénaga y en la imaginación
  • El capítulo 4 será el del lanzamiento único, vital, incomprensible, que golpeará el suelo y así evitará que muramos. 

Así es el ritual, cual secta disparata y malabarística. Un mantra a la diversión y lo absurdo. La sonrisa clavada en los espectadores. Eso y mucho más es All the fun, un homenaje que no sirve para nada, o sí.


Aprovechad, que hasta el 28 de abril estarán en el Teatro Circo Price de Madrid

miércoles, 10 de abril de 2019

Sucedió en el Circo Price

Sucedió en el Circo Price, durante la Gran Gala Internacional de Circo EUCIMA 2019, el pasado sábado 6 de abril. Yo, implicado en la organización de la misma, aunque de forma menos activa que otras ediciones por diversos motivos, sí pude, al menos, ayudar el mismo día en las funciones de tramoyista; que es una de esas labores que solo se notan si algo va mal, como todas las de trasescena. Principalmente, las tareas se concentran en los momentos entre actuaciones, cuando el escenario debe cambiar, transformando los envoltorios que rodean y completan a cada número, sea escenografía, aparataje o lo que el artista considere que necesita. También se recoge el envoltorio previo, claro, creando una breve coreografía ensayada que produce una pequeña metamorfosis a ojos del espectador, pero que intenta pasar desapercibida.

 Durante la propia actuación la tarea suele reducirse, permitiendo incluso, en algunos casos, poder asomarte por un hueco y disfrutar de la actuación. Así, durante algunos de esos pequeños momentos de asueto me situaba agachado junto a unas butacas. En una de ellas estaba él. No tendría más de 30 años, y tampoco nada destacable en su aspecto físico o indumentaria. Lo que sí captó mi atención fueron sus movimientos. Un repertorio de gestos de asombro de lo más variado, alternando unos y otros al ritmo que marca el disfrute por la experiencia que se está viviendo: bocas con diferente grado de apertura, manos a la cabeza, párpados que desaparecen por el asombro o se cierran fuertemente ante el peligro, risas que se escapan tras los chistes, resoplidos cuando el riesgo ha pasado, brazos que se elevan cuando la presentadora lo pide, gritos ahogados de incredulidad, codos que golpean al acompañante para hacerle cómplice, dedos que señalan innecesariamente lo que todos están viendo, palmas que se apresuran a chocarse para aplaudir…

Y yo, agazapado junto a su asiento pasando desapercibido, pensando “qué bonito, esta persona está disfrutando del circo”, y sentirme muy feliz.

Fotografía: Mai Ibargüen