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lunes, 4 de diciembre de 2017

El acróbata versátil, entrevista a Lewie West

Lewie West acude puntual a la cita en la ruidosa cafetería del Teatro Circo Price, falta una hora para que actúe la compañía australiana Gravity and Other Myths (GOM), con la que viaja aunque no actúe. Le acompaña una voluminosa mochila y una gran sonrisa. Ese gesto se repetirá con mucha frecuencia durante esta charla, reflejando a alguien claramente feliz con su vida y con ganas de compartir ese sentimiento.


Lewie nació en Camberra, Australia, en 1988 como el pequeño de 4 hermanos. Recuerda una infancia muy activa, jugando al fútbol, hockey hierba y haciendo gimnasia. No en vano toda su familia es muy aficionada al deporte y uno de sus hermanos, Duncan, era gimnasta. Además, otro de sus hermanos, Jackson, tiene una discapacidad neurológica, lo que cree que consiguió unir mucho a su familia: “cuando yo nací, Jackson ya estaba ahí, siempre ha sido normal, necesita un poco de ayuda pero nada más. Nos ayuda a ser más compasivos y empáticos, a tratar a las personas como personas, sin importar la condición que les afecte”.

Su primer acercamiento al circo fue a los 6 años, aunque no le convenció del todo: “en Australia tenemos muchos 'Youth Circus' [una especie de campamentos de circo]. Probé un poco y pensé que no era lo mío, así que me dediqué a otras actividades. A los 13 o 14 años volví a interesarme, a través de los malabares, y ya me enamoré del circo”. Desde ese momento su camino al circo fue de lo más natural, “fue una transición, no hubo ninguna decisión premeditada. Me gustó el circo, entré en una escuela y al salir vino un trabajo y de pronto ya estaba dedicándome a ello. Es lo que siempre quise hacer pero nunca fue una decisión que tomara, fue viniendo”.


Así, en 2005 entró en la National Institute of Circus Arts en Melbourne, “no es una escuela de altísimo nivel, pero para mí fue increíble, llegué sin saber qué esperar y lo disfruté muchísimo. Durante esos 3 años mi vida era entrenar y poco más, me preparó muy bien para mi etapa posterior”. Aunque es consciente que en el circo no es obligatorio el paso por una escuela formativa superior [sus propios compañeros de GOM comenzaron directamente desde un Youth Circus], sí considera que ayuda: “en una escuela tienes el tiempo, el espacio y los profesores para ti, buscar eso por tu cuenta es muy complicado, te facilita mucho el entrenamiento y la mejora”.



Una vez que termina la escuela entra directamente a formar parte del elenco de Circa, entonces una joven compañía (se fundó en 2004) que parecía realizar trabajos interesantes. “Tuve muchísima suerte, tras el número en solitario que hacemos al finalizar la escuela, Yaron [Lifschitz, director artísitico de Circa] se acercó y me dijo: 'hola, ¿quieres trabajar con nosotros la próxima temporada?'. Yo entonces no los conocía, pero tenía muchas ganas de trabajar y un amigo me los recomendó. Me uní y me sentí muy afortunado”. Y así, en 2009 ya estaba participando en las diferentes producciones de Circa. En los siguientes 7 años formó parte de unos 10 shows de la compañía, caracterizada por su ritmo frenético, con múltiples espectáculos simultáneos en gira, y su éxito internacional. “A Yaron le encanta crear, así que si no estamos trabajando estamos de creación, incluso dentro de las propias giras, es muy duro. Según se van añadiendo espectáculos se va haciendo más duro para la cabeza y el cuerpo”, explica Lewie, que reconoce que fue uno de los motivos para dejar la exitosa compañía en 2015. “En una ocasión me lesioné la espalda y tras rechazar varias giras me tomé unos meses de descanso sin hacer nada de circo, no era la primera vez que me pasaba y quería recuperarme. Tras 6 o 7 meses me fui reenganchando con el circo poco a poco”.


Es entonces cuando un amigo le hace una oferta diferente justo en el momento en que firmaba un contrato con el prestigioso Circo del Sol: “Él trabajaba en GOM, entrené con ellos y vi que me gustaba su trabajo, que eran competentes y muy majos, además de suponer menor carga de trabajo”. A tomar esta decisión ayudó que su pareja, la acróbata australiana Mieke Lizotte, formaba parte de la compañía. “Tuve muchas dudas, me planteé la situación con mi novia y pensé que si aceptaba ir al Circo del Sol sería muy difícil mantener la relación. Hecho el balance, tomé una decisión y aposté por un proyecto que me ilusiona mucho y me permite estar con mi pareja y amigos, no me arrepiento en absoluto”. Lewie ha participado en la creación de Backbone y comenzará la gira en 2018.

Antes de todo aquello, en 2013, sucede un hecho que también marcará su carrera y explica su renombre como artista: consigue la medalla de oro en el Festival Mondial du Cirque de Demain con su número de straps. “No me esperaba ganar, de hecho no sé cómo se puede juzgar una competición de circo, con tantas disciplinas y estilos diferentes. Pero me gustó mucho el ambiente entre los artistas y el público tan entusiasta. Lo disfruté pero a la vez fue la ocasión que más nervioso me he puesto antes de actuar" recuerda Lewie entre risas.


La popularidad no sólo le llega por esta vía, ya que Lewie es una persona muy activa en su canal de Youtube, donde sube habitualmente vídeos con sus increíbles habilidades. “Aprendo mucho cuando me veo en pantalla y me gusta compartir lo que hago y recibir un feedback. En su momento me cansé de ver cosas muy parecidas en Internet, y me decidí a subir mi propio material, ofrecer cosas menos técnicas pero que yo considero más interesantes, así me estimulaba y motivaba”. Resulta curioso que un acróbata tan versátil (en sus vídeos se le ve hacer tumbling, portes, straps o mástil) también se deje ver haciendo malabares, y con muy buen nivel; preguntado al respecto, sonríe y responde: “¡Me encantan los malabares! Siempre llevo 5 bolas en la mochila. Fueron los malabares los que me llevaron de vuelta al circo en mi adolescencia. Para mí son como una meditación, algo que hago cuando necesito un descanso de las acrobacias. Apenas lo he hecho en escena, aunque no me importaría hacerlo en un número grupal, pero es duro porque en malabares los fallos son muy obvios. Igual en un futuro hago algo en un dúo con Mieke [ella hace hula hoop], veremos si sacamos el tiempo necesario y si funciona”.

En estos vídeos Lewie muestra un estilo fluído y único, tremendamente original y variado. “Me gusta llamarlo Free Range Acrobatics, quizá por ser una mezcla de estilos, me gusta coger un poco de cada cosa que me agrada y encaja”. Apasionado de todo aquello que implique habilidad y creatividad, se declara seguidor de Ido Portal, una especie de gurú del movimiento, “también me encanta el monopatín, pero soy la persona más descoordinada del mundo sobre una tabla”, explica entre risas.



Su nivel de excelencia es el resultado de unos entrenamientos muy variables, debido a la exigencia de su calendario: “Depende mucho del espacio y el tiempo que tenga. Si puedo hacer aéreos hago straps, si es más pequeño practico acrobacias, o malabares o verticales, según. No estoy muy focalizado, la duración varía entre 1 y 8 horas. Además esta variación me ayuda a prevenir lesiones, cosa que cada vez veo más importante, ahora hago menos tumbling y más acrobacias de suelo.”

En los últimos meses se está aventurando en el mundo de la enseñanza, y explica los motivos: “en mi carrera he tenido profesores increíbles y me gustaría devolver todo esto a otras generaciones, transmitir el conocimiento. El mundo será mejor compartiendo los conocimientos. Además, un profesor siempre está aprendiendo, va haciendo 'ensayo y error'. Me he dado cuenta de que no soy bueno enseñando acrobacia pura, sino transiciones y unión de movimientos, me voy focalizando”.


Así, este niño que soñaba con ser especialista de cine, ser doble de acción, fascinado por las escenas acrobáticas de Jackie Chan, se ha convertido en un gran acróbata, uno de los más versátiles. Un acróbata feliz con su carrera y que no parece por el momento muy preocupado por el futuro, “la enseñanza puede ser una buena opción, o puede estar fuera del circo, no sé, cuando venga ya haré lo posible por ello”. Sonríe tras esta reflexión y al despedirse sigue sonriendo, con la tranquilidad que da el estar a gusto con su camino.

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